Muere nuestra compañera y amiga Soledad Cazorla.

Desde nuestra asociación lamentamos profundamente el fallecimiento de nuestra compañera y amiga Soledad. La echaremos de menos en lo personal, en lo asociativo y en lo profesional. Y no tenemos dudas que su compromiso con las mujeres, en la lucha contra el machismo y la violencia de género deja una huella indeleble en la historia de nuestro país. Con mucha pena por perderte, y mucho orgullo por haberte tenido en nuestra asociación te decimos hasta siempre, compañera….

Un enorme abrazo para sus familiares y personas allegadas.

Secretariado permanente,

Santiago de Compostela 4 de Mayo 2015.

In Memoria de Salvador Canet.

A Salvador no le gustaría que escribiera sobre él. Era un hombre tímido, tal vez un poco inseguro de sus verdaderas capacidades. Creo que no valoraba sus muchos conocimientos, como si fuera portador natural de los mismos, y no hubiera de reconocerse un mérito en cuya adquisición no tuvo ninguna intervención. Esta actitud, de una humildad poco habitual, le granjeó el reconocimiento de sus amigos y compañeros, pero también privó a muchos de conocerlo. En más de una ocasión le ofrecí la posibilidad de participar en cursos, mesas redondas sobre nuevas tecnologías y él me respondía que no, que seguro que había algún otro compañero que lo podría hacer mejor que él. Era imposible, aprendimos de él y de Felipe Bermejo, los dos grandes espadas de la Fiscalía de Menores en materia de avances tecnológicos. En temas jurídicos nos sorprendía a los compañeros cuando, con ocasión de alguna vista, leíamos sus dictámenes o calificaciones, siempre minuciosas, con lenguaje respetuoso, depositarias de un profundo conocimiento.

Pero Salvador no querría que contara esto de él. Si estuviera aquí, con ese espíritu sosegado pero reivindicativo, me diría que hablara de lo que lo mató. Porque él se refería a la Ciudad de la Justicia así, como el lugar donde se inició su muerte. Estaba convencido de que estar trabajando en un despacho sin luz natural, sin ventilación, un especio compartido, gris, en el que no se tenía posibilidad de sentir ni un rayo de luz, ni el roce del aire, era un lugar para esperar a la muerte, pues nada más podía llegar a ese rincón. Su despacho era, es, una profunda pecera, acristalada en dos lados, con pasillos en ambos, donde si no se quiere ser molestado han de bajarse las persinas, lo que motiva no solo un mayor aislamiento, sino la más completa oscuridad. Buscó, hasta encontrar, un flexo que le diera una luz adecuada, porque la Generalitat no facilita flexos, ni siquiera en esos despachos, como si la solicitud se tratara de un lujo innecesario. Son despachos tan secos que hay temporadas en que han tenido que poner humificadores, alguna compañera ha estado de baja por queratitis y son numerosos los casos de conjuntivitis.

Salvador me dijo que no volvería a su despacho. Me hizo prometer que si se recuperaba le buscaría otro sitio, donde fuera, pero allí, no. Yo se lo prometí, con la vana ilusión de que podría cumplir mi promesa. Le dije que si, con la conciencia de que de alguna manera tendríamos que compensar el maravilloso tiempo que perdimos, que perdió, mientras asociábamos sus síntomas a otras enfermedades. Mareos, desmayos, dolor de cabeza, pérdida del ánimo. Se fueron añadiendo y superponiendo síntomas, hasta que llegó el diagnóstico: un tumor cerebral. Después de la operación, mencionar la Ciudad de la Justicia le intranquilizaba, le producía la sensación de nausea que causa un mal recuerdo. De alguna manera, su cuerpo detectó el origen de su mal y él ya no pudo parar de decirlo.

Salvador Canet fue Fiscal de Menores en la Fiscalía Provincial de Valencia. Miembro de la UPF, de cuota y de cariño, por convicción progresista y humana, con el deseo de participar en cambios y reformas, luchador comedido y comprometido.

Gema García
Fiscal Decana de Menores de Valencia.

Descanse en Paz Pepe Villarejo.

Hace unos minutos me acabo de enterar del fallecimiento, en Madrid, de Pepe Jiménez Villarejo. Es probable que para algunos de los habituales de este foro, sobre todo los más jóvenes, ese nombre no sea más que la referencia familiar, más o menos cercana, de un apellido notable del mundo del Derecho que por distintos motivos y desde distintas perspectivas ha dejado una profunda huella en la carrera fiscal. Yo tuve la suerte de conocer a Pepe -tanto a él como a su esposa, Trini, a la que envío desde aquí el abrazo que me hubiera gustado darle en persona hoy- precisamente a través de los congresos de la UPF, a los que se mantuvo asiduo hasta hace muy pocos años, e incluso disfruté del privilegio impagable de poder trabajar con él cuando, ya jubilado, fue nombrado en 2005 presidente del grupo de trabajo encargado de redactar el borrador de reforma del Código Penal que, tras muchos avatares, acabaría convirtiéndose en L.O. 5/2010. Pese a los muchos años de diferencia, y a que obviamente no podíamos coincidir en todo, hablábamos mucho, muchísimo, y siempre he pensado que de mayor -o sea, ya- me gustaría ser como él. Cuando ascendí a Fiscal de Sala lo llamé para que fuera mi padrino. Se puso al teléfono y me dijo, impasible: «sabes que me encantaría, pero estoy en la cama y me estoy muriendo». Afortunadamente para todos, entonces se equivocó. Pero hoy ha cerrado su intachable hoja de servicios dejando un hueco que me parece que no va a ser fácil de llenar en el difícil batallón de los juristas valientes que se han llevado más de un golpe duro por creer de verdad en la democracia, en la tolerancia y en el progreso de este país. En este momento no me resulta fácil decir algo más preciso ni más atinado; como mucho alcanzo a suscribir las palabras y adherirme al sentimiento con que lo despide en el diario El País su hermano Carlos (que también fue mi jefe -dos veces-, y a quien también debo mucho de lo que sé y lo que soy profesionalmente). Habrá sin duda -debería haberla, si este país y esta asociación aún son capaces de reconocer el valor de la excelencia- tiempo y ocasión para recordar a Pepe. Por ahora sólo quería anticipar, con la inevitable emoción precipitada por una noticia muy triste todavía no digerida, una palabra de recuerdo para él y el recuerdo para todos de un compromiso: el que tenemos con esos mismos valores que él defendió con la caballerosidad, la dignidad, la humildad y la decisión que marcaron su vida. Hagámonos un favor: no lo olvidemos.

Pedro Crespo.

En memoria de Rodolfo Chicoy

RODOLFO CHICOY

La Universidad de Valencia me había invitado a hablar de eso de la justicia. Era la primera vez, desde 1958, que volvía al viejo claustro, con su estatua de Luis Vives, para una actividad relacionada con lo que había aprendido allí. Era una vuelta nostálgica. Entonces, como si fuera un mazazo, me dieron la noticia de que el día anterior habían enterrado a Rodolfo.
La tristeza me ha obligado a volver a ver la fotografía de la reunión de fiscales en Sigüenza que está en la galería de fotos de la página de la UPF. De ella arrancó la asociación de fiscales, y luego las asociaciones. En la foto se ve a Rodolfo, a la izquierda, conmigo, Fernando Delgado, Juan Ignacio Campos, y tantos otros. Pero no he podido evitar ver que también están junto a nosotros Miguel Miravet, Luis Portero, Serafín García Zarandieta… Cualquiera puede comprender que tantos nombres entrañables de compañeros desaparecidos imprescindibles para nuestra Carrera, y tantos recuerdos, acumulan la nostalgia a la tristeza. Y ahora, la noticia de Rodolfo, acumula una inmensa tristeza, a la nostalgia.
Rodolfo y yo éramos inseparables. Hicimos juntos toda la Carrera de Derecho, las milicias universitarias de Ronda, la oposición, desde 1953 hasta 1963 en que las bolas del bombo de la oposición me fueron más favorables, y nos separaron. Era, para mí, como un hermano. Compartíamos días de estudio, tardes de cine, despreocupados viajes en el tranvía a la Malvarrosa, y largas conversaciones nocturnas inacabables cargadas de ilusiones utópicas, en una juventud sofocada por un franquismo que parecía que no acabaría nunca. Rodolfo fue, es, uno de los fundadores de nuestra UPF. Era apacible, melómano y cinéfilo. Un hombre culto de lectura abundante pero no apresurada, inteligente. Nunca le conocí con rencores contra nadie, y nunca conocí a nadie que los tuviera contra él. Era, en el más modesto y hermoso sentido machadiano, un hombre bueno.

José María Mena

Semblanza de Gonzalo Cienfuegos Bueno

Semblanza de Gonzalo Cienfuegos Bueno

GONZALO FRANCISCO CIENFUEGOS BUENOYo no soy de este mundo ni conozco a nadie. No es fácil escribir de una persona que encarnó como pocos este enigmático cante por seguiriya, y es que Gonzalo nos dejó como vino, de puntillas, sin hacer ruido, no queriendo molestar. Aunque Badajoz era su tierra natal y allí estaba su familia -su padre había sido magistrado: hombre culto, con raíces familiares que lo unían al egabrense Juan Valera y amigo de personajes como Cela, de él heredó ciertamente el gusto por la literatura y el espíritu viajero-, jamás ejerció en Extremadura la profesión. Juez y Fiscal a un tiempo, tal vez ni lo uno ni lo otro pues tenía un espíritu libre difícil de encasillar, dejó pronto la primera carrera –juez de primera instancia en Osuna- para integrarse en la Fiscalía de Sevilla a principios de los noventa, desde donde concursó a Marbella. En ambas ciudades tuvo una vida intensa y de las dos marchó a Barcelona en busca probablemente del manantial de agua que llenara el pozo que a todos nos parte el alma, y que por allí no encontró. Tan desconocido era su andar que el Jefe lo tildó de “andaluz de los serios” (nunca un tópico fue más desacertado), pues ni hablaba de su vida ni del trabajo, aunque quienes compartimos despacho con él sabíamos de su fina inteligencia, su vasta cultura, una habilidad poco común para resolver cualquier problema jurídico y de su certera palabra, que en muchos casos rayaba en el cinismo, dotes que le permitían intervenir con solvencia en cualquier conversación. La palabra era un don, pero no la impersonal de un informe en sala o la escrita en tercera persona, sino la tertuliana y de café, la que sale a botepronto, la que se vierte a borbotones cuando la conversación se acalora. Bajo una humareda deDucados era irónico, mordaz, irrespetuoso, procaz, pero también ingenioso, veraz, nítido, delicado, preciso; veloz y punzante como látigo, quería dar una imagen de rebelde para ocultar su gran corazón, delicado y sensible, aunque vano era su intento pues bajo esa aspereza verbal emergía el niño que llevaba dentro, inocente, tímido, inseguro. Nunca hipócrita ni falso o impostado, siempre de frente, por derecho ¡auténtico! aunque la verdad fuera una pedrada.

Su mirada triste -esa seriedad que decía José María Mena-, la enjuta figura, el oscuro aliño indumentario, hablaban a las claras de su búsqueda del tiempo perdido, de la huída de lo cotidiano, de la monotonía de un día tras otro, todos aparentemente iguales, en una palabra, del hartazgo por tantas cosas que lo llevaron a apurar las heces de un cáliz que bebió de un solo trago. Precisamente por eso raramente se dejaba ver fuera del trabajo y era tan celoso con su vida que incluso tenía domiciliada la correspondencia en la Fiscalía, de modo que pocos sabían incluso dónde vivía. Eso sí, le agradaba estar entre compañeros y en el trabajo se sentía como un chiquillo en la escuela; tal vez por eso se enroló en la UPF, por compartir ideas, ocios y proyectos fuera de las horas de trabajo, para arraigarse.

Por encima de todo y haciendo honor a su apellido, fue un hombre bueno en el buen sentido de la palabra, tal como la empleara su poeta amado. Sus últimos días fueron terribles, pero aún tuvo la gallardía de levantarse con paso firme, dejando ver cuáles eran sus convicciones bajo una humanidad ya maltrecha. Y se fue como vino, sin hacer ruido, en un solitario mes de agosto del más solitario año de su vida, tras tirar de baja en baja en un truculento juego de la oca cuyo final conocía de antemano. Tal vez en esa soledad encontró la verdad que encierra la máxima ciceroniana: nunquam minus solus quam cum solus (nunca se está menos solo que cuando se está solo [De Officiis III, 1]). Sit tibi terra levis!

En recuerdo de Serafín García Zarandieta

Me dispongo a escribir una letras en recuerdo de nuestro querido compañero Serafín, que el fin de semana pasado nos ha dejado definitivamente. No es fácil resumir en pocas palabras los recuerdos que se agolpan sobre él, pero todos, especialmente desde la UPF lo recordaremos y nombraremos irremediablemente en los futuros Congresos –igual que lo hemos hecho en los anteriores a los que ya no asistió- por su cabal conocimiento de los Estatutos y por su continua exigencia de que se cumplieran las normas para su válida constitución, y por cómo en cada momento sabía a qué artículo había que acudir para determinar si había “quórum” ó si había de exigirse tal ó cual mayoría. ¿No os parece estar viéndolo levantar la mano para reclamar la presencia de los que estaban en los pasillos ó enarbolar los Estatutos  para echar por tierra cualquier propuesta que no se ajustara minimamente e ellos?.

Sin olvidar su valiosa e insustituible intervención e impulso, en la elaboración y redacción del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, y en los comienzos de la andadura del Consejo Fiscal, del que fue miembro elegido democráticamente por los compañeros. En todas esas tareas dejó su impronta, siempre razonable, claramente progresista y fiel a su compromiso con el Estado social y democrático de Derecho.

Son mínimos detalles indicativos de su trabajo continuo, de la seriedad con la que afrontaba cualquier tarea, profesional ó asociativa, de su compromiso con aquello en lo que creía y de su incansable lucha por llevar a la práctica lo que creía justo.

Son tantos aspectos en los que podríamos fijarnos que no acabaríamos de hablar de él: en estos días son muchas las personas que lo han recordado: Funcionarios de los Juzgados, Abogados, Profesionales de todo tipo con los que trabajó y todos resaltan la misma idea: el trabajo bien hecho, su compromiso social y el recuerdo imborrable que nos queda de él.

Ha sabido dejarnos a todos los que coincidimos con él ese buen recuerdo de una persona exigente en su trabajo, serio y eficaz, pero a la vez con una simpatía arrolladora –especialmente con las mujeres que éramos su “debilidad”-, y prueba de ello es que tanto se le nombra que muchos compañeros que no han llegado a conocerle personalmente lo citan y aprecian como si lo conocieran. No puede decirse lo mismo de muchas personas.  Por eso mismo es más difícil creer que ya no nos acompaña. Nos quedamos con el convencimiento de que no nos ha dejado del todo pues sus recuerdos y enseñanzas siempre nos acompañarán, tanto a los que tuvimos la suerte de disfrutar de su presencia y de su eficaz ayuda como a los que sin haber llegado a conocerlo siguen teniéndolo como un gran Fiscal y una gran persona.

Hasta siempre, Serafín.

En Memoria de Miguel Benito

Me pareció más fácil esta mañana, cuando me he comprometido a escribir sobre Miguel Benito, que ahora, cuando con la pantalla en blanco intento llenar con letras el vacío.

Me toca pues contaros que  en la madrugada del día 9 de febrero Miguel Benito murió, de esa forma tan discreta y personal, como siempre hacia todo. En su entierro, la oportunidad de saber que recibió de Instituciones ajenas a la Justicia una condecoración por su trabajo profesional en la persecución del fraude de subvenciones a la producción del aceite de oliva: quienes le conocieron fuera de esta casa supieron reconocer la dedicación absoluta al trabajo, su brillante minuciosidad. Dentro de la casa ni siquiera supimos de ese reconocimiento: ¡cosas de Miguel!

También la oportunidad de seguir aprendiendo de él: historias de Magistrados como Jose Manuel de Paúl, contando aquel juicio que sigue recordando como el mejor informe de un Fiscal que recuerda: dos horas brillantes en las que la atención no se le fue ni un instante. Yo ni siquiera conocía de qué caso me hablaba, uno ciertamente curioso con un acusado que se autoinculpaba para proteger a su padre de un homicidio, pero cuando me contaba esta mañana aquel juicio, yo veía a Miguel, mirando al testigo por encima de las gafas con su mirada brillante y aguda, al borde de lograr esa  verdad.

O las de los compañeros que me han escrito o llamado recordando su aprendizaje con el, ya sea como preparador, compañero o  visador,   como coordinador de la Sección Territorial de Osuna, cuando entonces no era ni Sección ni nada, tan solo un proyecto que cuajó con el y a su forma de entender la profesión. Curioso que aquella tarea impuesta por el Jefe a él y a su compañero de despacho, como una coordinación con destierro, permitiera desarrollar a uno y otro, cada uno a su manera, escuela, reforzando su autoridad profesional de forma indiscutible.

Siempre estuvo a las duras y a las maduras, que las tuvimos en esta Fiscalía, dando la cara ya de forma personal o como fiscal de la  UPF, ejerciendo de pepito grillo  y siempre con esa chispa juvenil porque no había nada que escapase a su interés.

Cuando se acaba la vida laboral queda un pequeño expediente personal en el que apenas hay constancia del trabajo realizado, ese para el que no había tiempo suficiente para dedicarle. Ir a juicio con su trabajo siempre ha sido una lección de cómo se debe trabajar. Ir a su despacho a preguntarle siempre ha supuesto encontrar su atención y respuesta comprometidas, generoso con su tiempo y vehemente en la discusión, porque a todo le daba su importancia.

Yo ya he elegido la imagen con la que me quiero quedar, con sus ray ban verdes, en aquella fiesta de compañeros, que no de jubilación, en la que nos invitó a todos a ir a Fregenal, y allá nos fuimos compañeros de las fiscalías andaluzas a compartir su paraíso, a comer migas, pasteles y jamón bajo un sol que tiñe de brillos dorados el recuerdo.

Así puso el broche a tantos años de trabajo, incluso dos más de rondón porque se ofreció a no dejarme, recién nombrada Jefa con un regalo envenenado: abordar el nuevo juicio tras la anulación del caso Ollero. Y allí siguió él con aquel procedimiento en el que  tantas horas de trabajo había echado, y que pese a su denodado trabajo no pudo llegar a su fin porque se inició torcido. Consiguió cumplir con su propósito de  sellar una retahíla de más de una decena de causas de miles de folios cada una, sobre fraude en subvenciones comunitarias a la producción de aceite, que nadie en ninguna provincia andaluza salvo él, le supo o quiso hincar el diente. La generosa oferta de su tiempo le brindó un precioso regalo: acabar como Fiscal del Tribunal Supremo con sede en Fregenal, donde fraguó algunas de esas calificaciones que todavía con su minuciosa letra, nos esperan en los estantes.

Mil besos.

María José Segarra.

‘In Memoriam’ Miguel Gutierrez (Por Agustín Villanueva)

IN MEMORIAM MIGUEL GUTIERREZ

    Querido Miguel, como bien sabes tu muerte me sorprendió en mi Galicia y por ello no me enteré de tu muerte hasta que llegue a mi Alicante. Sufrí, y trate de enterarme de lo que había pasado; un amigo común Lopez Coy, más bien su mujer, venían en coche de mi tierra, me explico lo que había sucedido. La verdad, lo “gordo”, era tu muerte, lo demás era saber un poco más. Miguel, me vino a la memoria  como nos conocimos, unas tertulias que con Pepe Lassaleta organizamos en el café Teatro, y nuestra primera conversación. Hablamos enseguida de otro amigo y también fiscal que los dos queríamos mucho, José Maria de Mena. Yo conviví con él en Madrid, y tú lo acogiste en tu casa de Lérida motivado por  una especie de “alejamiento forzado» de Barcelona. Siempre las dictaduras persiguen a los mejores.

Luego te invite a mis programas de TV con gran acierto por mi parte, dada tus enormes conocimientos intelectuales y también jurídicos. Te hice una entrevista de una hora y media en el Puerto de Alicante con Canal 15 (que maravilla de TV era aquella, la añoro). Recuerdo todo lo que te pregunté y todo lo que nos contestaste (a mi y los que veían aquella TV ya desaparecida, lo bueno nos deja Miguel). Mi primera pregunta fue: qué representa para usted el Barrio de Las Carolinas y su hermano Pepe. Luego vinieron otras como la guerra civil, la casa de la partida de les Bogueres de San Vicente; tu primer libro “Vientos del Pueblo” y la primera radio que escuchaste: Radio España Independiente; sobre como a los 11 años escribiste sobre el Misterio de Elche; de un gran fiscal Jesús Vicente Chamorro , de Miguel Hernández, de Ignacio Gallego; hablamos, como no, del amor a tu mujer, a tus hijos, el biólogo y la abogada, de tus queridos nietos, de su madre que según usted tenia un parecido físico a la Pasionaria; en fin, hablamos también del fracaso de la judicatura, al no votar por ti en un cargo muy merecido en Murcia, etc. Mi presentación, espero que la recuerdes Miguel, fue: es una gran persona, fiel a sus orígenes y a las ideas que siempre le salen del alma, no teme enfrentarse a ningún Goliat, pero siempre con el derecho en la mano; amigo de sus amigos, que en principio, pueden serlo todos.

Me regalaste un maravilloso libro escrito por ti, “Proceso y Expediente Contra Miguel Hernández”, lo tengo como una reliquia (en mi biblioteca lo tengo junto a cinco libros de nuestro poeta Migue)l, y tu dedicatoria (si no te parece mal la expondré en este artículo):” A Agustín Villanueva, hernandiano de cabeza y de corazón, en reconocimiento a su independencia, apertura intelectual y hombría de bien. Su Amigo Miguel, Alicante Agosto 2001”. Gracias Maestro y amigo. Me acordaré siempre de ti, y tú acuérdate de nosotros, de tu familia, seguro que todos los días, de los demás de vez en cuando.

Recuerdo otra maravillosa dedicatoria tuya dedicada a los esforzados protagonistas de estos procesos: En memoria del sacrificio y valentía de todos aquellos que fueron objeto, que no sujeto, de los juicios de la cruenta represión franquista; a aquellos que sucumbieron y a los que lograron sobrevivir”. Con palabras de ALBERTI, digo:
Juan Panadero en la guerra
Fue tan sólo Juan soldado,
Un Juan soldado cualquiera,
… lo mismo que Juan o Antonio,
SANGRE CALIENTE DEL PUEBLO
Paz y salud para los injustamente perseguidos.

Ahora tu y yo podemos sentir la recia voz de otro poeta:

“Voluntario de España, miliciano,
De huesos fidedignos, cuando marcha a (morir tu corazón,
…. No sé verdaderamente qué hacer, dónde (ponerme…”

Al hablarme, mi buen amigo, del otro Miguel que tanto queríamos, me dijiste que un obrero autodidacta e ilustrado, masón y anarcosindicalista, puso en tus manos de niño adolescente, un sobado “Viento del Pueblo” que olía a macuto y pólvora y guardaba celosamente en su clandestina biblioteca. El obrero, me dijiste, era un topo del franquismo que no había tenido la fortuna de alcanzar el desamparo del exilio. Se escondía con temple, en un desván, al que pocos teníais acceso, entre sus contados y amados libros y los muchos recuerdos de la hispana ocasión perdida. Ni el libro que te prestó, ni el poeta que lo parió, figuraban en tu Antología de bachiller. Cuando fuiste a devolverle el libro el desván se hallaba vacío; ni el obrero, ni su biblioteca estaban allí.

Querido Miguel, quiero terminar con lo que nos decía el poeta Miguel Hernández:

Aquí estoy para vivir
Mientras el alma me suene,
Y aquí estoy para morir,
Cuando la hora me llegue,
En los veneros del pueblo
Desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
Y un solo trago es la muerte.

Amigo Miguel, IN AETERNUM.

 

Agustín Villanueva
Profesor de Análisis y Evaluación Política UMH
2008/07/12


“Miguel Gutiérrez” (Por José Mª Mena)

Un manotazo duro, un golpe helado
Un hachazo invisible y homicida
Un empujón brutal te ha derribado.

No era posible dejar de acudir a Miguel Hernández para llorar con él por la pérdida de nuestro Miguel, de nuestro «camarada». Por eso, acudir a su poeta, «con quien tanto quería», no es ni literario ni artificioso. Es, sencillamente, agarrarnos, como si nos hundiéramos, a un grito inacabable.

Miguel nunca quiso ser un gran personaje. Nunca se sintió importante. Fue el modelo prototípico de lo que no es un «fiscal-estrella».Nunca fue el protagonista de sus asuntos. Nos enseñó con sencilla naturalidad lo que significa el servicio público, la disponibilidad, la entrega, a las necesidades de los ciudadanos, a la protección de sus derechos. Era modesto, También en esto, el poeta de Orihuela parece que le prestaba su palabra : «Me llamo barro, aunque Miguel me llame».

Asumía el compromiso de sus firmes convicciones con un deje de inteligente escepticismo. Recuerdo su primer viaje clandestino a París para entrevistarnos con la dirección del Partido. Tras las peripecias, hoy inconcebibles, del paso de la frontera, nos reencontrábamos en una estación de ferrocarril francesa, para viajar, ya juntos, y nos sorprendió una huelga que desbarataba los horarios y las citas de seguridad. Miguel, impasible, comentó . » si esto nos lo hacen nuestros camaradas…!»

Siempre fue trabajador , autoexigente, y meticuloso. Conversador inagotable y fumador empedernido. Había sido Secretario Judicial antes de ingresar en la Carrera Fiscal, y ello le había proporcionado una perspectiva práctica, un conocimiento de los pasillos de la justicia, y de lo que no está en los libros, que otros tardaríamos años en alcanzar, si es que lo llegáramos a hacer.

Tenía un sentido del humor socarrón e irónico. Cuando se produjo la detención de los miembros de la Asamblea de Cataluña propuse a Miguel que me acompañara a una entrevista con el obispo de La Seo de Urgel, (que además es copríncipe de Andorra). Se trataba de instarle a interceder por los detenidos. Me acompañó. Pero su sonrisa cargada de ironía al oírme la propuesta fue inefable. Durante todo el viaje de ida no cesó de reírse de la lamentable situación a que nos abocaba la dictadura, de tener que ir a hablar con un obispo que además era copríncipe.

El obispo estuvo tenso. Después supimos que no se creyó que yo fuera el fiscal jefe en funciones, de la Provincia de Lérida, y que Miguel fuera el teniente fiscal, como realmente lo éramos en esos momentos. Y cuando se informó adecuadamente, tampoco parece que se esforzara en velar por su grey. Miguel, agnóstico y socarrón, siempre recordaba aquella surrealista visita.

Guardo con especial afecto una deuda de gratitud para con Miguel y Dorita. Durante los tres años de mi «exilio» leridano su casa fue como mi casa. No nos conocíamos personalmente hasta entonces, en 1972. Pero teníamos una referencia inequívoca, que era nuestro común maestro Jesús Vicente Chamorro.

Inteligente y trabajador, sabio y modesto, irónico y socarrón, comprometido y escéptico, Miguel era, además, y sobre todo, cordial, acogedor, solidario, sencillo y próximo. Así le recordamos todos, como un «obrero del derecho» tal como él se autodefinía. (Ahora hablan de operadores jurídicos). Como uno de esos miles de hombres a los que se refería don Antonio Machado :

Y no conocen la prisa

Ni aún en los días de fiesta.

Donde hay vino, beben vino;

Donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,

laboran ,pasan y sueñan…

Adios a nuestro Compañero Miguel Gutierrez

Queridos compañeros, la UPF se viste de luto, ha fallecido MIGUEL GUTIERREZ, SU MARCHA NOS LLENA DE DOLOR, DEJA UN VACIO PROFUNDO EN TODOS AQUELLOS QUE LO CONOCIMOS. La UPF queda huerfana, otro bastion insustituible se nos ha ido.
Sus » muy amigos» le dedican estas lineas, y que yo os traslado , pues estoy segura que todos los que tuvimos la gran suerte de conocerle las hacemos nuestras.

HASTA SIEMPRE MIGUEL

Ha muerto un gran hombre; Miguel Gutiérrez Carbonell, que fué teniente Fiscal de la Audiencia Provincial de Alicante. Hombre de profundas y arraigadas convicciones ideológicas de izquierda, republicano y comunista desde siempre, participó en la lucha política , con riesgo personal y profesional, durante los años de la dictadura a favor del advenimiento de la democracia. Mantuvo con firmeza sus posiciones en circunstancias hostiles y no renegó jamás de sus principios. Fue consecuente con sus ideas.

¡Honor y respeto a Miguel y a su memoria! Miguel fue un hombre de huesos fidedignos; fiel a sus ideas, fiel a sus sentimientos.

Afirmaba que era un obrero del derecho y que su herramienta de trabajo era la ley. Como «obrero jurídico» tenía la máxima cualificación, con conocimientos profundos, extensos e intensos. Cuando le hacías una consulta, te preguntaba irónicamente «¿A quién quieres darle la razón»?. Era capaz de argumentar a favor de una tesis y de su contraria, tan grande era su conocimiento del derecho.

Pero el rasgo que mejor definía su hombría era su frase:»Lo importante no es saber mucho derecho, sino tener el valor de aplicarlo». Ahí está uno de sus rasgos más sobresalientes : la valentía para afrontar aquellas situaciones que se suelen «evitar» para no tener problemas.

Durante los muchos años en que ejerció su profesión, asumió los asuntos más conflictivos. Todo ello le pasó factura, pues no fue nombrado para la Jefatura de Murcia cuando la solicitó quedándole dos o tres años para su jubilación. Fue excluido por su ideología de izquierdas!

Honor a Miguel, que fue injustamente postergado!

Preparó oposiciones con Jesús Chamorro , cuando éste era Fiscal de Alicante . Siempre lo respetó como uno de sus referentes ideológicos y mantuvo con él una fiel amistad.

En los últimos años del franquismo intervino en la creación de Justicia Democrática, posteriormente participó en la creación de la Unión Progresista de Fiscales.

Desempeñó, durante muchos años, una labor docente como profesor de la Facultad de Derecho y de la Escuela de Práctica Jurídica y preparó a opositores de la carrera judicial, fiscal, y secretarios. Como enseñante quedará en la memoria de muchos de sus alumnos por sus conocimientos técnicos y, lo que es más importante, por su humanidad.

Jubilado se integró en la comisión cívica de Alicante para la recuperación de la Memoria Histórica.

Persona de una exquisita educación y gran cultura, admiraba a Antonio Machado, y a Miguel Hernández, de quién publicó el injusto proceso a que fue sometido por el bando franquista al acabar la Guerra Civil.

¡Qué Señor, qué Hombre ha muerto: Miguel Gutiérrez! ¡Qué persona más entrañable!

Dorita, Ana y Jose Miguel, podeis estar orgullosos de vuestro marido y padre.

Faustino De Urquía, Felipe Briones Juan Carlos López Coig

SECRETARIADO UNION PROGRESISTA DE FISCALES